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Quilapayún modelo 1997
FuenteClarín Digital Fecha12 Noviembre 1997 PaísArgentina


Edición transcrita

EL EMBLEMATICO GRUPO CHILENO INTENTÓ, VANAMENTE, ESQUIVAR LA NOSTALGIA

Fueron un símbolo de la juventud contestataria de los 70. Hicieron tres shows a pleno en La Trastienda, con algunos temas nuevos y muchos viejos.

Vamos a interpretar una canción nueva. Esta noche la hacemos por primera vez ante el público. Se llama La muralla." A poco de iniciada la actuación de Quilapayún en La Trastienda, el chiste sobre ese clásico del grupo chileno dejó clara la diferencia que para estos músicos existe entre cantar los temas viejos y ceder a la pura nostalgia.

Al público seguramente le costó más que a ellos. Tanto que sobre el final y cuando ya habían pasado, además de algunas notables creaciones nuevas, 45 minutos de la Cantata Santa María de Iquique y piezas de colección como La carta y La batea, seguían reclamando a los gritos la que, finalmente, se convirtió en la última canción de la noche. Una canción creada durante y para la campaña de la Unidad Popular que llevó en 1970 a Salvador Allende a la presidencia de Chile y convertida en himno de la izquierda latinoamericana. Tenían que hacerlo y lo hicieron: El pueblo unido jamás será vencido. Lo notable, lo verdaderamente extraño, es que ninguno de esos temas sonó fosilizado.

Es que Quilapayún también lució cambiado. Empezando por los tres barbudos a los que alude el nombre del grupo en lengua araucana, que alguna vez fueron los siete integrantes del grupo y de los que ahora, barbudo, apenas queda uno. Con varios integrantes menos que aquella formación originada en 1965 en el corazón del movimiento universitario y que, un año después, dirigió Víctor Jara, Quilapayún muestra hoy también dos caras (y voces) jóvenes que ejemplifican cómo cambiar para seguir siendo los mismos.

El 11 de setiembre de 1973 sorprendió a Quilapayún en Francia, durante una gira de representación más política que artística (como casi todo lo que el grupo, con absoluta intención, hacía por entonces). Y allí se quedaron, y continuaron creciendo, durante el largo exilio de 17 años. Parte de aquel canto combativo fue, justamente, la Cantata Santa María de Iquique, compuesta y estrenada en 1970. Con partes instrumentales, canciones y narraciones (en esta ocasión a cargo del actor Pompeyo Audivert), la obra recuerda la matanza de 3.600 obreros del salitre a manos del ejército chileno, ocurrida en diciembre de 1907 -tras una huelga y una trampa- en el puerto norteño de Iquique.

26 de noviembre de 1983. Faltaban 14 días para que asumiera el primer gobierno democrático argentino después de nuestra propia dictadura y los Quilapayún se presentaban en el Luna Park, después de 10 años de ausencia. Decían que volvían para fundar la Trasandinia, una nueva tierra hermanada en el canto. Mucho antes del concierto, en la calle, con banderas, con consignas y multitudes, había comenzado la fiesta. Adentro, los barbudos de ponchos negros alimentaban la ilusión de que el tiempo no había pasado.

Muchas veces más, desde entonces, se presentaron los Quila en Buenos Aires. Siempre mirando un poco hacia el futuro. Siempre intentando desacralizarse a sí mismos. El viernes, sábado y domingo pasados, un público repartido entre maduros ex militantes y jóvenes seguramente militantes, pareció, finalmente, entender que otras fiestas también son posibles.

Adriana Bruno