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Arte • Letras • Espectáculos
FuenteTriunfo Fecha27 Septiembre 1974 PaísEspaña


Edición transcrita

Y el ama llena de banderas…

Actuación de Quilapayún en el Palau Blau Grana

«Ahí debajo de la tierra no estás dormido hermano compañero, tu corazón oye brotar la primavera que como tú soplando irá en los vientos».

Tal vez dedicada a Víctor Jara, tal vez dedicada a cualquiera de los miles y miles de chilenos muertos en la represión, esta canción de los Quilapayún estremeció a los espectadores barceloneses que acudieron al Palau Blau Grana para escuchar a una de las entidades más populares y representativas del Chile de la Unidad Popular. Los Quilapayún (de «quila» = tres y «payún» = barbas, en lengua mapuche) se constituyeron en la temporada 1965-1966 dentro de la corriente de canción crítica y popular que seguía la tradición chilena de Violeta Parra, encarnada en Argentina por el Atahualpa Yupanqui de la etapa resistencial. En conexión con el propio Víctor Jara y con los dos hijos de Violeta Parra, también cantautores, los Quilapayún pusieron sus canciones al son de la emancipación latinoamericana en general y de los objetivos de la Unidad Popular en particular. Musicalmente, representaron desde el principio una síntesis cultural entre la tradición musical de la canción popular española y la tradición precolombina. Esa síntesis se manifiesta en una riqueza instrumental en la que elementos de origen europeo modificados, como el guitarrón, se combinan con la «quena» —flauta indígena del altiplano boliviano— la «zampoña», el «pinquillo», la «tarca», la «tumba», el «bongo», las «maracas», la «cajita china».

Los Quilapayún declaran expresamente que su canción se vincula radicalmente con la lucha de emancipación de los ' trabajadores. La canción comprometida ha demostrado ser un elemento inseparable de la concienciación de las masas y ya ha pagado un grave precio por ello. El martirio de Víctor Jara, el encarcelamiento de otros cantantes chilenos, la diáspora de conjuntos como los Quilapayún, sorprendido por el golpe militar durante una gira por el extranjero, gira que parece haberse convertido en un peregrinar sin horizonte determinado, aunque legitimado por la acción y la esperanza.

«El que quemó tus alas al volar no apagará el fuego de los pobres».

Un profesor de Filosofía, un decorador, un químico, un economista, un estudiante de Ingeniería, un estudiante de Pedagogía, seis hombres que han escogido la palabra de denuncia y la memoria musical de un pueblo como instrumentos de concienciación de masas. Sobre sus voces y sus músicas ha caído la responsabilidad de mantener perenne memoria sobre la cuestión chilena. En un mundo en el que los teóricos de los «mass media» se atreven a hablar de «Opulencia comunicacional», la voz auténtica de la mayoría de un pueblo es una frágil ave traumatizada, pero justiciera, que reúne y comunica mediante el más primitivo de los mensajes:

«Aquí, sobre la tierra, el alma se nos llena de [banderas que avanzan contra el [miedo avanzan contra el miedo venceremos»

Mientras el excelentísimo señor cónsul se pasa el día escribiendo cartas a los diarios de la ciudad exigiendo objetividad informativa para cuanto ocurre en Chile, la noticia de que derribar a Allende, costó once millones de dólares ha dicho la penúltima palabra sobre cualquier posible objetividad informativa. ¿La última palabra? Tal vez esa que se encabrita en otra canción de los Quilapayún:

«Compañero perseguido, la ilusión volverá, desde el fondo de la patria con vigor renacerá».

M. Vázquez Montalbán