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Los Quilapayún sin poncho
FuentePaloma Fecha29 Mayo 1973 PaísChile


Edición transcrita

Cuesta hacerlos hablar "en íntimo", pero al final ceden.
Willy: "Mi abuelo fue el autor de los pollitos dicen".
Eduardo: "Y yo trabajé en una fábrica de tallarines".
El Huacho: "Cantaba como Ricardito en The Ramblers".
Hernán: "No, no vivo con compañera".
Carlitos: "Mentira, el Quila no se ha aburguesado"

Una llega hasta los Quilapayún preguntándose si de veras son tan serios y sobrios como sus canciones, y si será posible sostener diez minutos de entrevista sin que afloren a cada rato expresiones como nueva canción, proceso revolucionario, canción comprometida y contingente... Y la cosa cuesta, porque no es tan fácil que usted pille a uno de ellos absolutamente desprovisto de su poncho, aun en pleno living de su casa, y dispuesto a hablar del ser humano que se esconde tras la etiqueta Quilapayún.

"Estamos un poquito en contra de la entrevista que destaca a determinadas personas, y no la labor del grupo", me recuerda Willy Oddo, de 29 años, ex bigotudo y fácil de ubicar dentro del conjunto. Es el que pone la sal y la pimienta al anunciar las canciones, y no se queda jamás callado cuando llega una talla al escenario.

Claro que su resistencia dura poco: después de tragar media tostada con mantequilla y la taza de café con leche ("son tan pocas las veces que puedo tomar onces en mi casa"), Willy me está contando que su abuelo Ismael Parraguez es el autor de Los poIlitos dicen, que él era bueno para el canto desde chico, que fue campeón de atletismo en la escuela Naval y que... sin la chinita, su compañera, no podría vivir.

Algo parecido sucede al conversar con Eduardo Carrasco, 32 años, rubio, el cabello lacio, muy serio ("pura timidez") y director del conjunto. Después de una introducción con la historia del Quilapayún, de sus discos, empiezo a saber de Eliana, su compañera desde hace doce años, sicóloga, morena y muy sonriente, y sé de Eduardo y Alejandra, dos hermosos niños de 11 y 10 años. que leen mucho, escriben odas como Neruda y conversan largo rato a diario con su papá Eduardo.

Los Qullapayún más conocidos son cinco: Eduardo, Carlitos, Hernán, Huacho y Willy. Desde 1965 aparecieron con sus ponchos negros y sus canciones que reivindicaron -junto a las de otros cantantesel papel de la canción chilena, y le dieron contenido político. A estas alturas, para muchos son ídolos: porque se ganaron un público popular inmenso: sectores de trabajadores, estudiantes de izquierda, hasta personas que no compartían la orientación política del conjunto, pero sí su calidad musical.

Sin embargo hacen lo posible por no vivir como ídolos tradicionales, y 'levar con toda seriedad y responsabilidad el peso de tanta popular¡dad.

Eduardo: filosofía y cuerdas

Eduardo Carrasca vive en una casa de un piso y muchos colores que queda cerca del Estadio Nacional. Como el grupo no tiene un lugar de trabajo, aquí, en su pieza taller acoplada al final de la casa (entremedio de un piano, un tocadiscos y muchos libros), se reúne el grupo a ensayar todos los días. Y esta pieza es el rincón donde Eduardo lee a Neruda, Stendhal y todos los libros de filosofía posible, cuando no está cantando. Eduardo Carrasco es profesor de filosofía en la Universidad de Chile.

-Eso era cuando lo conocí -cuenta Eliana-. Era un estudioso de la filosofía aficionado a la música, pero ahora los papeles se invirtieron, y es un músico aficionado a la filosofía.

Se casaron muy jóvenes y partieron a Alemania. Allí Eduardo trabajó tres años como cargador en una fábrica de tallarines (se llamaba "Tres campanas") y estudió alemán. Al regreso, comenzó a cantar con su hermano Julio y con Carlitos (Carlos Quezada). Así nació el Quilapayún, que significa "tres barbas" y que empezó a cultivar la más primitiva música chilena (andina, instrumental, expresiva). Fue una reacción ante tantos grupos del neofolklore como Los Cuatro Cuartos, Los de Las Condes, que hicieron furor entre 1963 y 1965.

Lo que empezó como entretención se transformó en eje de su vida. Eduardo ingresó al Conservatorio, se introdujo en el mundo de las peñas, recitales y discos. Y en él permanece gran parte del día.

-El resto trato de estar lo más posible con mi familia. Para mí es cosa importante la relación con mi compañera. Nos conocimos en la escuela. Ella estudiaba sicología y yo filosofía. Pololeamos poquito, como dos meses, y nos casamos. El viaje a Alemania fue una experiencia para los dos. Conocimos las dificultades, nos costó enfrentarnos a la vida, dura, pero los dos estábamos en una aventura.

En su casa, Eduardo jamás se mete a la cocina ("¡estás loca!..., el Willy es el que le pega a las recetas y es buen cocinero", dice con una mezcla de sorpresa y timidez) ni mete mano en ningún tipo de trabajo casero. Pero sí pasa largo rato conversando con Eduardo chico: "Es un niño extraordinario. Tiene una enfermedad que él ha superado con su extraordinaria personalidad. Es inteligente y somos muy buenos amigos. ¿Alejandra? , también me gusta... Fíjate que escribe poemas divertidos, y hace odas porque admira mucho a Neruda. Quizás cuando sea más grande desarrolle esa capacidad para escribir. Con Eliana -mi compañera, hemos pasado momentos difíciles, imagino que como cualquier matrimonio. Pero compartimos muchas cosas en lo profesional y en lo humano".

Al igual que sus compañeros, Eduado milita en las Juventudes Comunistas.

-¿Cómo surgieron las ideas de izquierda?

- El trabajo como obrero en Alemania, el aprendizaje de la filosofía alemana (Hegel y Marx fundamentalmente) y el trabajo, más bien, el contacto diario con los trabajadores que me dio la actividad del conjunto, influyeron. Estuve cerca del partido, y conversé largas horas con Carlos Cerda (integrante de "A esta hora se improvisa"), que era compañero en filosofía, ...y finalmente me decidí a militar.

-En el plano humano. ¿qué te ha aportado el grupo?

-Yo era muy desbocado, muy apasionado y he aprendido a contenerme. Es fundamental la generosidad y el gran espíritu de verdad de los compañeros.

"Ninguno es perfecto, claro, pero hemos aprendido a ayudarnos, a corregirnos. No nos permitimos que alguien ande mal. El Willy es abierto, expansivo, y lo bueno que tiene su alegría en el escenario, es que es la alegría del Quilapayún ...La seriedad del Huacho a veces nos sirve para poner la cara en situaciones difíciles (¿te acuerdas en Viña?). La verdad es que cada uno pone un rasgo propio, pero que siempre es un rasgo del conjunto.

Huacho y Hernán: monaguillos cantores

El Huacho, Hernán y tres quilapayunas viven juntos en un departamento de un primer piso en la Población Santa Julia Norte. Los muebles son fraileros, la televisión está en el suelo y la antena arriba del bombo. La parte económica de la casa se administra en una marmita de greda, donde cada uno pone el aporte monetario para el mes. El Huacho (Rodolfo Parada, que en las fotos aparece con camisa escocesa) tiene una compañera que es Loreto, estudia odontología y es quilapayuna. Hernán, que es más tímido y habla menos, no cuenta nada al respecto, pero la foto de una polola cuando era guagua frente a su cama es elocuente.

Huacho y Hernán son amigos mucho tiempo antes de la existencia del Quila, y desde hace tres años decidieron partir de las casas de sus respectivas familias y vivir juntos. Huacho es ingeniero metalúrgico y trabaja en el Departamento de Planificación de la UTE; Hernán todavía está en la escuela estudiando lo mismo. Tienen 26 y 27 años respectivamente.

Los dos fueron alumnos regulares en el colegio, pero eran niños muy piadosos. Huacho, que estaba en un colegio de curas holandeses, era de la Cruzada Eucarística de la Acción Católica ("eso significa que era como guía espiritual del resto", dice con picardía. Es extravertido y muy conversador). Hernán era monaguillo en la Parroquia Santa Gemita.

Huacho: -Luego pasé a un liceo en Puente Alto, donde el Centro de Alumnos era muy de izquierda. Ahí me agarraron los socialistas. Fui secretario de prensa, y mi labor era poner discos en el recreo. Después participé en huelgas, y me empezó a arrastrar la actividad política.

Hernán: -Yo conocí la política en la universidad. Eramos compañeros de curso con Huacho. Yo ya cantaba folklore, pero había empezado en un grupo electrónico, Los Picapiedras, y de allí pasé a Los Quimbeños, donde cantaba también Willy Oddó...

Huacho: -Yo estaba en otra onda. Imagínate, era solista de los primeros Ramblers y cantaba "Lucía" (de Ricardíto, ¿te acordái?) y una cuestión melódica: "Lo intentaré"... Hernán me enseñó folklore, y por él entré después al Quilapayún, que ha sido lo más importante de mi vida, porque me dio una nueva dimensión de la actividad musical, y me puso en contacto con la clase trabajadora. Ya en la universidad viví todo el período de la reforma. y ahí pasó algo divertido. Como gran conquista logramos la introducción de una cátedra de filosofía. Se necesitaba un profesor joven y llegó Eduardo Carrasco. Así nos íbamos encadenando. Resultó que el profesor también cantaba, y con el profesor empezamos a participar en las peñas de la UTE. La Universidad Técnica fue nuestro mayor apoyo.

Con Hernán y Alejandro Rojas (presidente de la Fech) compartían una casa en Bellavista, pero luego partieron a este departamento, donde viven también tres muchachas. El poder femenino gana en número.

-¿y quién manda en la casa?

-Aquí no manda nadie. Todos tratamos de colaborar y de estar el mayor tiempo posible juntos.

Pero la actividad del conjunto es muy absorbente. En la mañana cada uno parte a sus actividades (escuela, trabajo) y en la noche se reúnen.

Willy: soy el descueve

De Willy Oddó dicen que es el más palomilla. Lo cierto es que al conversar con él da la sensación que está siempre como a la defensiva, esperando la talla desde un rincón, o la pregunta insolente, para contestarla. Acaba de cortarse los bigotes, y se extraña porque yo a la vez me extraño al verlo tan distinto.

-¿Entonces tú no te acuerdas del principio?, ¿no nos conoces? ...Yo antes no usaba bigotes...

Willy pasó -igual que Hernán- de los Quimbeños al Quilapayún. También estudiaba en la Técnica (Ingeniería Química), y era amigo de Eduardo y de Carlitos ...y ya sabía cantar. Viene de una familia musical, y dice que desde chiquitito sabía diferenciar a Bach de Mozart, tal como a un zaguero de un mediocampista. Porque es muy aficionado al fútbol, hubo un tiempo que le decían el Gutendorf, y también siempre le ha gustado mucho andar organizando cosas.

-Soy muy metido. En el colegio participé siempre en directivas de centros de alumnos.

-¿Afán de destacarse?

-No, compañera... Siempre he tenido mucho sentido de equipo, y ésa es una de las características que predominan en el Quilapayún. Cuando estaba en la Escuela Naval batí record en atletismo, pero prefería los deportes que se juegan en equipo. Nunca fui el marino ideal, pero me las sacaba con el deporte. Estuve dos años en la Escuela, y eso me sirvió mucho para mostrarme las primeras armas que tenía ante la vida...

Un año antes de salir de la Marina, sus hermanas mayores se hicieron amigas de los Parra. Willy era fanático de Los Fronterizos y gracias a su vecino ("El negro Lautaro, con muy mal oído, pero un corazón muy grande") aprendió a tocar guitarra. Tocaba sambas en las fiestas.

-En vez de entretenerme andando en moto, cantaba y jugaba fútbol. Hasta que llegué al Quila.

Wllly vive hace un año con su compañera Rayén Méndez y ella junto al Quilapayún le hacen decir que está viviendo en serio.

Rayén tiene un hijo de dieciséis años: "Mi compañera es la sabiduria, es la generosidad absoluta, es la entrega. Desde que estamos juntos veo con más objetivIdad todo. Yo mismo me critico más, porque me siento el descueve. Y mi gran defecto es ése, la confianza plena en mis posibilidades... No sé si esto es bueno o malo... Mi vida con ella es fantástica. Nos regaloneamos, y te aseguro que hasta las discusiones terminan en chacota. .."

Carlitos: canto y diseño

Carlitos tIene 32 años, ya pesar de eso parece como el papá del Quilapayún. Todos se refieren a él con cariño, con mucha amistad. Es el único tenor del grupo y además de cantar hace clases de decoración en el Instituto Inca-Cea. Está entre los fundadores del Quilapayún, de la época en que interpretaban música instrumental andina, y cantaban "en qué nos parecemos, tú y yo a la nieve...", y algunos temas de Violeta Parra.

-Entonces el conjunto era más combativo, tenía más fuerza que ahora, porque el marco histórico era otro. Actualmente tenemos un papel de apoyo al proceso -dice, mientras regalonea en sus brazos a Sebastián, de dos años y su único hijo.

Carlitos está casado con María Julia hace seis años. Se conocieron en la Escuela de Diseño de la "U". Eran compañeros de curso.

-y somos bastante felices ahora. El matrimonio es una de las más grandes y complicadas actividades humanas. Aparejarse implica aportar generosidad y responsabilidad. No es fácil, pero en todo caso tengo gran respeto por el matrimonio...

Carlos Ouezada nació en Puente Alto y su padre era obrero de Zig-Zag. Desde niño se familiarizó con los dibujos de "El Fausto" y "Okey". Le gustaba cantar y era activo miembro del coro de Puente Alto. Entró al Quila y la vida le cambió, como a sus compañeros. El diseño quedó un poco de lado, pero todavía alcanza el tiempo para hacer algunas decoraciones de vitrinas y de locales como la Fuente de soda Alemana, que queda en la Alameda. Carlitos es además el contacto en todo lo que tenga que ver con trabajos gráficos (carátulas) y publicidad del Quilapayún.

En su casa, los muebles funcionales, el color en los tapices, en las máscaras, en las matruschkas (muñecas rusas) y dos inmensas fotos de Picasso y Pablo Neruda. también dejan la huella del diseño. Carlos Ouezada hace clases en la mañana, y se dedica al Quila en la tarde. "Pero el resto del tiempo trato de estar mucho aquí. O si no nos arrancamos con Maju (María Julia) a una playa. En el verano estuvimos en el Norte Chico..."

-Y en casa, ¿escuchas música, lees, ves televisión?

-Me gusta mucho leer, pero falla el tiempo. Recién terminé "El pan y las estrellas", de Volodia Teitelboim, y "Corvalán 27 horas". Me gusta mucho aprender también. Y aprender historia y geografía nuestra. como lo que viene en "Visión de Chile", de Pedro Cunill. Leo o veo televisión sólo para informarme, para saber más. En la medida que uno se renueva...vive. En música siento gran admiración por los argentinos, por Mercedes Sosa y César Isella, y la seria..., Beethoven.

Con poncho

Así como Carlos Ouezada piensa que para él es importante la renovación, el no estancamiento, dice que lo mismo debe sucederle al conjunto Quilapayún. Por eso, después de varios años de darse a conocer, triunfar y afiatarse como cantores comprometidos con este proceso, se inició una apertura tanto en la línea musical del grupo, como en su estilo. Cada día crece el elenco Quilapayún (con 36 integrantes, seis de ellos mujeres) y surge la línea de las canciones contingentes como "Las ollitas", y obras de envergadura como "La Fragua" y una próxima cantata en preparación que se llama "La guerra del carbón".

La verdad es que con este crecimiento y variación de líneas musicales, el Quila se ha ganado muchos amigos... y también enemigos, que dicen que por estar tan teñidos con el Gobierno, tan oficialistas, han perdido impulso. Carlitos (ya con su poncho, ya con su representación de Quilapayún) se defiende, porque él siente que de veras el conjunto se ha renovado, que el público que los seguía al principio aumentó y que es muy necesaria, junto con la música culta, una línea de canciones contingentes, que son muy pegajosas, muy para cantarlas en concentraciones, muy políticas.

-¿y se han aburguesado los sobrios Quila del comienzo?

Una vez un periodista quíso mostrar la imagen de un Quilapayún que nadaba en plata, y la cosa resultó. Rodolfo (Huacho) me cuenta que muchas veces alguien los arrincona y les pide "la firme", "Bueno y... los autos, las casas en que viven". Al periodista que los quiso mostrar como magnates lo desafiaron invitándolo a su departamento en la Santa Julia Norte. Pero nadie llegó hasta allá.

De los cinco Quila, el que vive en una casa más establecida, más grande, mas como la quería ver el periodista Sherlock Holmes, es Eduardo. Pero en general, sus casas son sencillas. Predominan los muebles fraileros, las mantas artesanales, los colores vivos y todos los típicos implementos que meten en sus casas gente joven. Hernán tiene citroneta; Eduardo también, y Carlitos se moviliza en Renoleta roja, y la vida que hacen, fuera de cantar, es como la de cualquier humano. Eduardo y su compañera van mucho a la parcela que Sergio Ortega tiene en La Reina; Willy dice muy extrañado que se ha puesto muy casero, y que le encanta llegar a su rincón favorito, que es esa pieza con una cama amplia, un baúl ...y la chinita. Hernán y Huacho se divierten con los vecinos (especialmente una plaga de niñitos que cada vez que los pilla en casa, gritan como "Ey..., la batea", "Hola, Quila", etc., y luego arrancan). El tiempo no les alcanza para ir al cine; casi todo lo devora la canción, y Carlitos, vez que puede parte con Maju, Sebastián y la Renoleta a algún rincón perdido.