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Un conflicto que termina

Fotografía: Juan Pablo Carvajal

Si bien es un tema que ha pasado a segundo plano y a muy poca gente en Chile le sigue interesando, no es malo volver la mirada hacia los años que han pasado y que han ido asentando cada vez con mayor fuerza la postura de quienes protagonizamos la lucha por reconquistar los verdaderos principios y valores de nuestro grupo. Hoy día muy poca gente pone en duda la legitimidad de nuestro intento, y aunque no podamos afirmar que se comprenda cabalmente lo que ocurrió con el Quilapayún - porque los asuntos jurídicos son difíciles de comprender - lo cierto es que por fin ya se ha establecido con firmeza quienes son los verdaderos y quienes son los truchos.

El juicio en Francia fue aclarador, sin duda, lo mismo los avances en este plano en Chile, pero lo que más ha jugado en nuestro favor han sido las grandes iniciativas artísticas que hemos llevado a cabo durante estos casi diez años. Del mismo modo, si algo ha desacreditado la postura de nuestros opositores, han sido precisamente las mentiras y los engaños que con todo desparpajo se pretendieron hacer creer, y de las que en algún momento algunos medios de prensa fueron víctimas. La promesa eterna del nuevo disco, que durante diez años ha estado a punto de aparecer sin que nadie haya sabido nunca nada de él (creo que es el disco inexistente más anunciado de la historia de la Nueva canción Chilena), la mala calidad de las “canciones nuevas”, que habrían sido todas rechazadas si hubieran sido puestas a consideración de nosotros (La vergüenza suprema es el jingle para el Uruguay), el “acarreo” político utilizado para arrastrar público a los conciertos que se han dado, la ausencia completa de una actividad artística seria y constante a lo largo de todos estos años, en fin, lo falso del discurso de la “tradición y renovación” que sirvió para cacarear durante todo este tiempo y que no está respaldado por nada real y concreto. Es decir, falsedad tras falsedad, mentira tras mentira, promesas incumplidas, anuncios falsos y un discurso aburridísimo, pedante y pretensioso, que ha pretendido dar la línea no solamente sobre la canción chilena, sino también sobre la latinoamericana y hasta la mundial. Porque estos tipos para discursear nunca se han quedado en chicas.

Frente a esto, nosotros hemos editado dos discos nuevos de estudio con catorce canciones nuevas cada uno (Siempre y Solistas), tres DVDs (El Reencuentro, Inti Quila, Juntos en la Memoria, y Homenaje a Vïctor Jara) con sus correspondientes CDs, en los cuales, además de canciones de la historia del grupo hemos agregado canciones nuevas montadas especialmente para la ocasión (dejo de lado El Sueño Existe y otros DVDs colectivos en que hemos participado). Además de esto, se han hecho documentales sobre nuestra actividad con nuestra participación, como, por ejemplo, “Santa María de Iquique, cien años después”, de Juan Pablo Minguillón, “La revolución y las estrellas”, de Juan Pablo Pérez Restrepo, y está por salir “El deber de la sonrisa”, de Jorge Leiva y su equipo. No cuento los programas de televisión que hemos hecho, ni los conciertos hechos en festivales y en grandes teatros en Paris, Barcelona, Londres, México, Buenos Aires, Quito, Lima, Nápoles (donde hicimos además un DVD con un concierto con Inti Illimani Histórico), Pasto y, por supuesto, en Chile.

¿Qué más se necesitaría para probar la legitimidad de nuestro propósito? Nada más, por cierto. En el último tiempo, por todos lados hemos recibido respaldos y certificaciones de la validez de lo que hemos mostrado. El público nos ha seguido con el mismo interés de siempre y en cualquier teatro basta que aparezcamos en el escenario, para que de inmediato se despierte una ola de afecto y reconocimiento por nuestra historia. En todas las incontables entrevistas que nos han hecho en diferentes países y ciudades, jamás nadie ni siquiera ha mencionado una palabra sobre el conflicto, prueba de que la mayoría de las personas informadas ya lo han dado por terminado.

¿Se puede entonces dar por terminado? Yo creo sinceramente que sí. Cualquier cosa que pase en el futuro no cambiará ni un ápice la contundente demostración que hemos hecho de nuestra creatividad y de nuestro aporte. Tampoco nada de lo que puedan hacer los Terminator 16 cambiará lo que hasta aquí ha quedado claro: que para estar a la altura de lo que ha sido nuestra historia son necesarias muchas más cosas que las que ellos serían capaces de hacer. ¿Quién podría ser tan tonto como para tomar en serio ahora las declaraciones de Parada y sus boys?

Ahora que ha quedado de manifiesto la falsa pretensión de ese grupo, solo podemos declarar una vez más lo sorprendente que ha sido para todos nosotros, el hecho de que personas que formaron parte de nuestra historia hayan sido capaces de llevar su ambición personalista y su falta de escrúpulos hasta el nivel de que han sido capaces estos personajes. Es una mancha en nuestra historia, pero ¡qué le vamos a hacer! Con el tiempo, hasta las cosas más puras y nobles se distorsionan. Lo importante es que hayamos sido capaces de remontar esta difícil tarea de volver a poner las cosas en su lugar. Hoy día, el Quilapayún ha recobrado la prestancia de toda su historia, y nosotros hemos vuelto a mirarnos unos a otros con cariño y hermandad, como siempre debería haber sido. Aportamos todos, cuál más, cual menos, a lo que vamos haciendo, pero nos apoyamos sin restricciones, porque nuestra unidad está por encima de intereses económicos o disputas de poder. Ojalá que este reconocimiento al aporte que cada cual ha hecho, incluidos los que han traicionado nuestro grupo - y que solo nosotros somos capaces de valorar con justicia - se extienda hacia los que nos quieren y han escuchado con pasión cada una de nuestras canciones. Nuestro nuevo disco de colaboraciones traerá algo de este reconocimiento, al unir nuestras voces con las de artistas más jóvenes de nuestra patria, que han acudido fraternalmente al llamado que les hemos hecho. Será el broche de oro para cerrar una época decisiva de nuestra larga historia.

Ahora se trata de seguir con tranquilidad construyendo lo que viene. No estamos angustiados, no tenemos nada que probar, no hay nada que nos apure, solo queremos serenamente seguir aportando con nuestro grano de arena a la historia de la canción chilena. El cielo vuelve a aclararse, estamos viejos, es cierto, pero también estamos jóvenes, y no nos faltan ni ideas ni oportunidades para seguir cantando por las mismas causas de siempre. El Quilapayún era este, y así seguirá siendo. ¿Quién puede dudarlo?