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Quilapayún en Quito

Partimos de madrugada y entusiasmados con la perspectiva de cantar una vez más en Quito. Carlos no pudo viajar porque hubo un problema con su pasaje, pero igual decidimos lanzarnos con el equipo local, tal como la selección de Sampaoli que derrotó a Senegal y Haití. Llegamos medio mareados con la altura, pero con un ánimo muy positivo, motivado por la presencia de Jorge Fortune, siempre sobre-revolucionado, y del Jero (el hijo del Huaso), que viajaba por primera vez con nosotros al extranjero. Debido a la falta de asientos en la clase turista del avión, tuvimos que viajar todos en primera. De modo que el viaje fue especialmente grato: salas VIP, buena comida y hasta algo de trago. ¿Puede un artista revolucionario viajar en primera? Ocupamos casi todo el viaje en discutir este importante tema, pero al final no nos pusimos de acuerdo.

El recibimiento fue muy caluroso. Se notaba que los responsables estaban muy entusiasmados con nuestra presencia y nos prometieron que viviríamos una jornada espectacular por la presencia de Rafael Correa en el concierto. El Hotel muy adecuado y todo muy bien organizado. Nada que alegar. Al otro día, después de un almuerzo mas o menos rápido nos fuimos a la prueba de sonido. Duró muchísimo y apenas tuvimos tiempo para descansar un poco antes de partir de vuelta a la sala. Hay que decir que el Ágora de la Casa de la Cultura de Quito es un lugar inmenso, techado con tela de velas de barco e incrustado en pleno centro de la ciudad. El edificio donde se encuentra es una joya arquitectónica dedicada completamente a la difusión de la cultura. Un edificio circular, con espejos en todo su exterior y que ocupa varias cuadras en el extremo de un parque. Tiene múltiples espacios para hacer música, teatro, exposiciones, etc., de modo que muchas actividades culturales tienen lugar simultáneamente.

Quito es una ciudad pujante, llena de nuevas construcciones por todos lados y enmarcada entre bellísimos cerros. Une la modernidad, a su centro histórico, que sin lugar a dudas es uno de los sitios más hermosos de nuestro continente. La noche que llegamos, subimos a uno de esos cerros para contemplar la ciudad iluminada con su ángel en la punta de uno de sus cerros. Un espectáculo impresionante. Pero no veníamos a hacer turismo, así que muy cerca de la hora de la actuación nos dirigimos al Ágora. El espectáculo era impresionante: miles de personas, en su mayoría estudiantes - porque hacia ellos iba dirigido el concierto - repletaban el lugar, con gritos y banderas de la revolución ciudadana. Pueblo Nuevo, el grupo local, ya estaba en el escenario produciendo entre los asistentes un entusiasmo increíble.

Nuestra actuación tendría lugar en el momento mismo en que llegara el Presidente Correa, porque así lo había pedido él mismo. Nos fuimos a esperar su llegada a una sala del segundo piso, nos pusimos los ponchos, y cuando ya estábamos comenzando a aburrirnos, uno de los organizadores irrumpió en la sala desesperado anunciándonos a gritos que el Presidente ya avanzaba hacia el escenario. Había que correr. Corrimos y desde el extremo en que comenzamos a entrar en escena, vimos del otro lado al Presidente Correa saludando a la gente que lo aclamaba estruendosamente. Nos vio y se acercó de inmediato a nosotros abrazándonos uno por uno. La multitud rugía.

Comenzó un breve discurso, en el que explicó sucintamente su política educacional, que, dicho sea de paso, vendría a ser como el paraíso perdido de los estudiantes chilenos y finalmente llamó a votar por su candidatura y a ganar en primera vuelta. El teatro se vino abajo y en medio de los aplausos y gritos volvió a acercarse a nosotros ubicándose un el centro de nuestra formación con su micrófono en la mano. Y ahí mismo comenzó la apoteosis. Ismael dio la partida y comenzó un pueblo unido atronador. Se discute mucho sobre las diferentes formaciones del Quilapayún. Creo que ésta, con el Presidente Correa en el centro, ha sido una de las más contundentes. Primero hay que decir que le gusta cantar y segundo, hay que decir que le gusta el Quilapayún. Se sabe las letras de las canciones mejor que yo, que muy frecuentemente me olvido de la frase que viene y tengo que esperar que alguno de mis compañeros la inicie para seguirle el tranco. Además canta afinado. Creo que los asistentes a ese histórico acto vivieron un momento de excepción. Cantamos juntos dos canciones y después el Presidente se ubicó a un lado, sin salir del escenario, para escucharnos cantar otras cuatro. Habíamos hecho una versión de La Batea, especial para su campaña y se la cantamos. Cuando terminamos, volvió a ubicarse con nosotros y a saludar al público más enfervorizado que nos ha tocado presenciar.

Correa es una bomba atómica. Es tal el entusiasmo que provoca en su gente que ya cuenta con una intención de voto superior al 60 por ciento. Su revolución ciudadana es lo que la gente en Chile en los últimos meses ha salido a pedir en las calles, esto es, un movimiento de reivindicaciones sociales que surgen directamente de la gente y que se impone a pesar de los partidos políticos tradicionales, que busca ponerle límites al liberalismo económico y que reivindica el rol del Estado en la sociedad, que ha hecho una reforma tributaria inédita en el Ecuador y que ha obligado a los poderosos a colaborar para crear una sociedad más igualitaria. Algo con lo que los chilenos hoy día soñamos. Por eso lo que pase en Ecuador es tan importante para nosotros, que vamos un poco rezagados con respecto a la orientación que sigue nuestro continente y que tarde o temprano tendremos que tomar también nosotros. Cantar con Correa, participar en su campaña, ser reconocidos por él y sus partidarios como un factor de influencia política y cultural es uno de los momentos más gratificantes en toda nuestra historia. Qué maravillosos momentos nos ha regalado la vida. Cuando la fiesta terminó, nos despedimos con afectuosos abrazos. Cantar juntos siempre ha sido una potente manera de trabar lazos de amistad.

El viernes volvimos a cantar en el ágora, pero sin el Presidente. Éxito igual, pero nos faltó su voz. Habrá que pedirle que deje de lado sus funciones presidenciales y que se una a nuestro grupo. Juntos cantamos como dioses.

El sábado en la mañana volvimos a tomar el avión de vuelta. Maravillosa experiencia la de Quito. Ahora solo resta esperar el triunfo de Correa para sentir la emoción de que para lograrlo, nosotros hemos agregado nuestro granito de arena. ¿Y si gana en primera vuelta? Mejor todavía. Sería una lección para varios presidentes avergonzados de su pasado, que jamás habrían sido capaces de cantar con nosotros el Pueblo Unido y menos todavía el Venceremos. Correa ha sabido encontrar la grandeza de sentirse depositario del ímpetu revolucionario y democrático que un día nació en Chile. Por eso canta feliz estas canciones con quienes les dieron vida. Por eso empuña la antorcha que dejaron en sus manos Allende, Neruda y Víctor Jara.